El Rey Alfonso X
Enlace a imágenes del Rey Alfonso X
UN POCO DE HISTORIA
El reinado de Alfonso X el Sabio sigue brillando en la historia por una extensa y diversa aportación cultural y eso es más que suficiente para recordarle como uno de los monarcas más extraordinarios que han existido en cualquier parte del mundo.
Sin embargo, ese resplandor que iluminó las ciencias y las artes en casi todas sus manifestaciones se apaga cuando, alejándonos del Rey Sabio (también llamado El Astrólogo por algunos de sus contemporáneos y no siempre de manera elogiosa) nos acercamos al Rey Alfonso de Castilla y León, décimo de este nombre, como asimismo nombra la Historia, disciplina en la que el propio Rey intervino poniendo en marcha dos proyectos encargados de la ingente tarea de recopilar tanto los hechos históricos nacionales como los del resto del mundo; así nacieron La Grande e General Estoria como una Historia Universal y la Crónica General que fue durante siglos la fuente principal a la que acudieron cronistas e historiadores a la hora de escribir sobre la Historia de España.
Esta magna aportación científica y cultural del Rey Sabio suele ser el tema favorito casi siempre que se plantea alguna charla de carácter divulgativo, quizá porque siempre resulta tentador tratar de reflejar algo de ese resplandor. Pero, en esta pequeña página del rey, vamos a hablar del rey Alfonso X de Castilla y de León.
Mi interés en elegir la otra cara se debe al escaso eco que esta parte de la Historia de España tiene en los currículos de Historia en el bachillerato. Por eso creo que tendrá más utilidad centrar el tema en la figura de Alfonso X desde dos aspectos íntimamente relacionados entre sí: el político y el familiar.
En la Edad Media, en el marco de una sociedad estamental y donde no se concebía otro sistema político que no fuese una monarquía en la que el monarca acumulaba todos los resortes del poder, el rey legislaba si lo creía conveniente, tomaba las decisiones que consideraba más oportunas para gobernar sus reinos y, si era necesario, se convertía en juez inapelable, todo ello con mayor o menor fortuna frente al estamento noble; por otra parte ese poder se transmitía de padres a hijos ya que hablamos de un sistema de monarquía hereditaria y, en ese contexto, la familia era algo que iba íntimamente unido a la figura de un rey. Hablemos pues, para empezar, de la familia de Alfonso X El Sabio.
El príncipe Alfonso heredó de su padre dos de los reinos peninsulares más importantes: Castilla y León; en los más de doscientos años de andadura desde que castilla se constituyese en reino, los dos reinos se habían separado y vuelto a unir en más de una ocasión; me interesa destacar especialmente el reinado de Alfonso VII llamado El Emperador que había recibido de su abuelo Alfonso VI, el conquistador de Toledo, una excelente herencia, León (incluida Galicia – de hecho, se coronó por primera vez en Compostela-), Castilla y el recién conquistado reino de Toledo. La idea imperial no era algo nuevo en la tradición del reino leonés que se consideraba depositario de la tradición visigótica pero se concreta con la coronación en León, en 1135, de Alfonso VII como emperador, honor al que accedía por la obediencia que le prestaban el rey García de Navarra, el rey Zafadola de los Sarracenos, el conde Ramón Berenguer IV de Barcelona, el conde Alfonso de Tolosa y otros condes de Gascuña y el sur de Francia. Las forma más habitual de titulación imperial sería como Imperator Hispaniarum. Pero de nuevo, la división territorial llevada a cabo antes de su muerte por el propio Alfonso VII, vino a dar al traste con esta situación hegemónica.
El lado castellano, había salido muy favorecido en el reparto por la frontera occidental, la que lindaba con el antiguo reino leonés y sobre todo por el sur al incorporar Toledo; de esta forma, ya en tiempos de Alfonso VIII y tras la victoria de Las Navas de Tolosa, queda definitivamente abierta la puerta a la incorporación de los territorios del sur peninsular. También es interesante destacar que el matrimonio con Leonor de Inglaterra, una Plantagenet, le llevó a ser reconocido, en los primero años del siglo XIII, como señor de Gascuña y Guyena, territorios que formaban parte del ducado de Aquitania y que era la dote de Leonor. Finalmente, Alfonso VIII, se retiró de estos territorios pero sus herederos no renunciaron a este derecho.
Su hijo, Enrique I de Castilla, heredó el trono con diez años y murió al cabo de tres, en 1217. Así, Fernando fue proclamado rey de Castilla en 1217 y en 1230, al morir su padre Alfonso IX de León, se produjo la definitiva unificación de los dos reinos.
Entre coronación y coronación, Fernando III se había casado con una nieta del emperador del Sacro Imperio Romano Germánico, Federico I Barbarroja; Beatriz de Suabia también era nieta, por parte de madre, del emperador de Bizancio. El padre de la novia murió siendo emperador electo de Alemania pasando Beatriz a ser tutelada por su primo, el emperador Federico II. Lo significativo es que la nueva reina de Castilla pertenecía a una de las dos familias imperiales alemanas, la de los Hohenstaufen, estando en posición de transmitir los derechos al título imperial.
El enlace se celebró en Burgos, en la catedral -todavía románica- que en 1075 fundara Alfonso VI. Dos años más tarde, por impulso del propio Fernando III, se pondría la primera piedra de la catedral actual. Las obras de Burgos fueron relativamente rápidas durante su reinado; no así en la catedral de Toledo en que se puede asegurar que a la muerte del rey, en 1252, únicamente estaba edificada la cabecera; será Alfonso X quien de el impulso definitivo aunque ninguna de las dos va a finalizarse hasta el siglo XV. No así la de León, que se termina la primera y en la que parece que el protagonismo de Alfonso en la elección de algunos programas iconográficos fue notable. Lo cierto es que su reinado coincide con la plena introducción del arte gótico en Castilla mientras en los territorios conquistados será el mudéjar el estilo que alcanzará una difusión importante.
En la catedral de Burgos se conservan unas bellísimas estatuas colocadas actualmente en el Claustro aunque todo apunta a que estuvieron situadas en algún lugar más relevante. Representan una ceremonia de compromiso. Originalmente fueron identificadas con Fernando III y Beatriz de Suabia aunque con posterioridad se ha pensado que podrían representar a Alfonso y Violante. El rey está ofreciendo un anillo de bodas. Personalmente, creo que lo lógico es que se trate de Fernando III y Beatriz de Suabia, aunque tal vez se esculpieran en tiempos de Alfonso X por mandato de este rey una vez muertos sus padres que fueron los que se casaron en Burgos.
El príncipe Alfonso nació en Toledo, el 23 de noviembre de 1221, día de San Clemente, bajo el signo de Sagitario; muy pronto fue confiada su crianza al entorno de su abuela Berenguela y muy vinculado por tanto al desaparecido Alfonso VIII y a Burgos. En realidad, tan solo hacía siete años que había fallecido su bisabuelo, enterrado en Las Huelgas, y su padre solo era rey de Castilla. Alfonso se crió entre Burgos y Galicia mientras Fernando III comenzaba una nueva campaña contra los musulmanes. Una vez coronado también en León, comenzará la definitiva campaña por la conquista de Andalucía. En 1236 se toma la ciudad de Córdoba, diez años más tarde cae Jaén y en 1248 capitula Sevilla.
En todos estos años, Alfonso ha perdido a su madre -con 14 años- y ha intervenido por iniciativa propia en la oferta enviada a Fernando III por Aben-Hudiel, rey de Murcia, con la pretensión de rendir vasallaje al castellano y ponerse bajo su protección. De esta forma, Alfonso –con apenas 21 años- llevará cabo la incorporación –pacífica en buena parte del territorio- del reino de Murcia. Curiosamente las fricciones que estuvieron a punto de desencadenar un conflicto mayor vinieron por parte del reino de Aragón ya que existían unosacuerdosque–previsoramente-habían firmado castellano-leoneses con catalano-aragoneses cuando la conquista de buena parte del Levante peninsular, lo mismo que la de Andalucía, aún estaban lejos.
Finalmente, hubo acuerdo entre los dos reinos que para esas fechas ya habían comprometido el enlace entre Alfonso y la hija de Jaime I de Aragón, El Conquistador. El matrimonio con la princesa Violante se celebró en Valladolid en 1249. Contaba Alfonso 27 años cuando se casó y tres años después a la muerte de Fernando III comenzó su reinado, en 1252.
Aunque cueste creerlo, es posible que la brillante personalidad del nuevo rey se sintiera asfixiada por las dos soberbias personalidades de su padre y su suegro. Las relaciones con el excelente estratega militar y a la vez sagaz diplomático Jaime I de Aragón nunca fueron fáciles. En cuanto a la figura paterna, puede que la memoria de Fernando III significara una continua losa en la vida de Alfonso El Sabio. Baste para ello las palabras con las que se despidió poco antes de morir en Sevilla:
Hijo, rico fincas de tierra e de muchos buenos vasallos (…) Señor te dejo de toda la tierra de la mar acá (…) y en tu señorío finca toda, la una conquistada y la otra tributada. Si en este estado en que te la dejo la supieres guardar, eres tan buen rey como yo, si ganeres por ti más, eres mejor que yo y si de esto menguas, no eres tan bueno como yo. Con estas palabras, Fernando III, el rey que en el siglo XVII la Iglesia elevaría a los altares como San Fernando, le estaba diciendo a su hijo que su éxito como rey iba a depender de la prolongación de una política de conquistas.
Pero la idea que Alfonso tenía de cómo gobernar sus reinos pasaba por otros conceptos que, en esa época, ni siquiera se habían concretado aún en su correspondiente término político: el del Estado en su más pura noción aristotélica.
Nacido en Toledo, criado en Burgos, conquistador de Murcia, no sabemos si apasionado por Galicia pero sí por la lengua gallega en la que escribió Las Cantigas de Santa María, el nuevo rey encontrará una ciudad a su medida en la recién conquistada Sevilla.
En las cuatro ciudades puso en marcha proyectos de envergadura.
Tras ser coronado en Toledo, resucita, cien años después, la Escuela de Traductores. Las traducciones van encaminadas a desarrollar sus proyectos de carácter científico a los que ya nos hemos referido.
Todo apunta a que el grupo de expertos que trabajó en Burgos desarrolló el que, en mi opinión, fue el proyecto más importante de todos, el jurídico, por ser el que trajo repercusiones de auténtico calado histórico. Tres obras pusieron por escrito las leyes que deberían aplicarse en los reinos, la más importante, Las Siete Partidas en las que se aprecia la admiración que Alfonso X tenía por el Derecho Romano y -más aún- por tal Imperio.
Finalmente, parece que en Sevilla trabajaron los encargados de escribir las Historias aunque el llamado Taller Alfonsí compiló gran parte de las fuentes históricas existentes y cuya procedencia era muy diversa. En realidad se trataba de dos caras de esa idea a la que acabo de referirme ya que el planteamiento historiográfico que se hace de la Historia de España esta encaminado a educar al príncipe en la idea de un Estado fuerte con un rey que no divida los reinos entre su prole tal como habían hecho algunos de sus antecesores y que mantenga un verdadero Imperium.
Lo que los historiadores han denominado el fecho del Imperio fue una de las causas que enfrentó a Alfonso con todos, especialmente con los nobles, pero también con su familia (que era numerosa) y con las ciudades que no estaban dispuestas, al igual que los nobles, a que el rey se gastara una fortuna ingente en hacerse elegir emperador de Alemania, título al que tenía derecho a optar por ser hijo de Beatriz de Suabia. El tema es largo, pero después de lo poco que aquí nos hemos acercado a este asunto, es fácil comprender lo que más de un historiador ha apuntado como explicación al empecinamiento del rey Alfonso en hacerse elegir emperador de Alemania: lo que realmente perseguía Alfonso X era ser Imperator Hispaniarum como lo había sido su antepasado Alfonso VII pero evidentemente, la situación en los reinos hispánicos no era la de cien años antes. Su suegro había fortalecido y ampliado la confederación catalanoaragonesa y si existía alguna manera de que su proclamación como Emperador de Hispania fuera incontestable, era esta: haber sido elegido emperador del Sacro Imperio Romano Germánico. En este contexto hay que inscribir también su intento de incorporar la Gascuña francesa reclamando su derecho como descendiente de Leonor de Inglaterra.
Lo único que le reportó fueron conspiraciones por doquier, en más de un caso procedentes de su propia familia. A su hermano Felipe lo desterró junto con otros nobles por encabezar una conspiración con ánimo de destronarlo. Felipe murió pocos años después. Su sepulcro, en Villalcázar de Sirga, ha sido interpretado como un último desafío a su hermano ya que la riqueza ornamental y toda la parafernalia representada, es más propia de un rey que de un noble.
Hizo ejecutar a su hermano Fadrique aunque su caso nunca fue suficientemente aclarado; todo apunta a que el motivo fue un pecado inconfesable ya que ordenó a su hijo Sancho que lo prendiera junto a uno de los nobles más influyentes: don Simón Ruiz, señor de los Cameros. A su hermano lo mando ahogar en el castillo de Burgos y después enterrarlo bajo una porqueriza de cerdos. Cierto es que ambos formaban parte de un núcleo de conspiradores habituales pero lo de la porqueriza de cerdos y un verso de la cantiga 235 que reza: Y así como arde la vela, ardió la carne de aquellos que no desean mujer, sugiere que además de la existencia de una conspiración existían otros motivos; de hecho, al señor de los Cameros lo mandó quemar cerca de Logroño. Además los castigos que imponían Las Partidas contra los homosexuales eran durísimos ya que se pensaba que atraían el castigo divino si eran consentidos. Los hechos sucedieron en 1277 cuando los Benimerines por un lado y Francia por otro presionaban las fronteras del reino y tras la muerte del primogénito, Fernando de la Cerda; este suceso iba a desencadenar el último gran disgusto del rey ya que -según Las Partidas- la sucesión del reino debía recaer en el primogénito y si éste moría, en sus hijos. Así, el rey Alfonso se convirtió en el garante de la candidatura de su nieto frente a su otro hijo, Sancho, que para terminar de complicar las cosas se había convertido en un héroe nacional cuando después de la muerte del primogénito y estando ausente de Castilla el rey Alfonso, había organizado la defensa del reino frente a los Benimerines que aprovecharon la coyuntura para cruzar el Estrecho. El futuro Sancho IV El Bravo, contaba entonces 17 años.
En 1282, la sublevación del infante contra su padre ya era efectiva con el apoyo de la nobleza, de las órdenes militares, de la Iglesia incluyendo el monacato y, sobre todo, de las ciudades y sus concejos. También la reina se había puesto de parte de su hijo y en contra de su esposo. Alfonso X murió sin haberse reconciliado con su hijo en 1284, en Sevilla, la única ciudad que no le abandonó y siempre le fue fiel y donde fue enterrado junto a sus padres por expreso deseo suyo.
Por lo que concierne al gobierno de su reino tan solo voy a destacar unos breves apuntes, para terminar. Alfonso continuó con el Repartimiento de Sevilla que su padre había comenzado tras la toma de la ciudad, origen de la estructura latifundista andaluza. También su padre había comenzado un proyecto por el que Alfonso mostró un gran interés: tener una flota propia; de la corona, se entiende. Después de la intervención de la flota del Almirante Bonifaz en la toma de Sevilla, que en realidad era una flota privada de navegantes del norte de España, los reyes castellanos se plantearon la necesidad de contar una Armada que Fernando III comenzó a construir en la misma ciudad de Sevilla. El propósito era controlar el Estrecho de Gibraltar para evitar nuevas invasiones. Con este fin, Alfonso X puso en marcha el último de los grandes proyectos ya señalados, que en esta ocasión correspondió a Murcia, más concretamente a Cartagena, creando una orden militar naval que sería derrotada estrepitosamente pocos años más tarde en una campaña que pretendía tomar Algeciras 46); tras el fracaso, fue reabsorbida por la Orden de Santiago. La Orden de Santa Ma de España también llamada de La Estrella tuvo su centro en Cartagena y casas repartidas por distintos puertos del reino. La patrona de Cartagena fue también la de la Orden: la Virgen de Rosell. Las Órdenes Militares gozaron, como no podía ser de otro modo, de la protección de la corona.
Finalmente, Alfonso X estableció y privilegió (hoy ya se sabe que no fue exactamente una fundación) El Honrado Concejo de la Mesta en 1273 para organizar la trashumancia y las explotaciones ganaderas; con esta última referencia e imagen termino, deja de ser una curiosa coincidencia que nuestro Centro, que lleva el nombre del rey, esté ubicado en lo que fueron las antiguas dehesas de Benquerencia cuya explotación estaba repartida entre varias Órdenes Militares.